
Viviendo diez años en las montañas, Zarathustra alcanzó el éxtasis de estar solo, la pureza de estar solo, la independencia de estar solo. Y es aquí donde es único entre otras personas despiertas: cuando ellos descubrieron, permanecieron en sus alturas, Zarathustra comenzó su descenso, volviendo a la multitud.
Tenía que entregarle a la humanidad el mensaje de que estás sufriendo innecesariamente, estás siendo dependiente innecesariamente, estás creando toda clase de prisiones para ti mismo, sólo por sentirte a salvo y seguro.
Zarathustra bajó solo de las montañas sin encontrar a nadie. Pero al
llegar a los bosques surgió ante él de repente un viejo de cabellos
blancos, que había salido de su santa cabaña para buscar raíces en
la selva. Y el viejo habló de esta suerte a Zarathustra.
"No me es desconocido este viajero, hace años que pasó por aquí.
Se llamaba Zarathustra pero ha cambiado”.
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